Orgullosa
de ser armenia, de haber ido a colegio armenio, de hablar el idioma, de
escuchar al “gordo” Arturo y de haber bailado durante 11 años. Es el sentir, el
vibrar que hay en mi interior, el enternecimiento que hay en mi corazón, morirme
de ganas por volver a Armenia.
Con la
danza pude transmitir mi sentir: delicadeza femenina, coreografía, y pasión y
amor al arte al subir al escenario.
Se me eriza
la piel cuando escucho la música: esa melodía, ese palpitar que tienen los
acordes.
Cada 24 de
abril tengo presente la historia, mi historia. Es la que le paso a la mayoría
de la colectividad, la que les paso a mis abuelos. Ellos escaparon le genocidio
perpetrado por los turcos dejando 1.500.000 de victimas. Arribaron al país con
una mano adelante y la otra atrás, y sin idioma ni cultura.
Recuerdo a
mi abuela materna con los ojos llenos de lágrimas contándome historias, a mis
padres enseñándome el idioma y las tradiciones, al colegio por los pequeños
pasos de danzas y a la música por hacerme erizar con cada canción.
En julio
del 2002 cumplí uno de mis sueños: haber viajado al país. Es la alegría de
caminar por las calles y ser uno mas, ver cómo la gente me acogía como
uno de los suyos sin reparos, la comida casera, es entrar a cada Iglesia y sentir el cristianismo
en mi sangre, es la emoción de ver el Ararat, de bañarme en el Lago Sevan,
entrar a Etchmiadzin e ir al Monumento de Genocidio. Estar en
BS.AS. y llorar por haber vivido a
experiencia y ponerme como meta volver. Hospitalidad es la cualidad y la mejor
descripción.
¿Qué es ser
armenio? Es ese sentir que uno tiene por la música, el idioma y las costumbres.
Yo estoy orgullosa de tener el apellido y este origen.
Ser Armenia
no es saber el idioma, ni la cultura, ni respetar las tradiciones, ni saber
bailar. La identidad pasa por lo que uno siente, y en mi sentir predomina todo
lo mencionado. Ser armenio es una decisión, es un orgullo.