Una persona puede ser rechazada por un individuo o por un
grupo de personas. El rechazo puede ser activo, mediante el bullying, o pasivo,
ignorando a la persona.
El rechazo puede convertirse en un problema cuando es
prolongado o consistente, cuando la relación es importante o cuando el
individuo es muy sensible al rechazo. Que a alguien le suceda esto es doloroso
desde un punto de vista emocional a causa de la naturaleza social de los seres
humanos y nuestra necesidad básica de ser aceptados en los grupos.
El ser humano nace vulnerable, por ende, necesita de un
adulto que lo cuide. Esta función generalmente la cumplen los padres. Esa
dependencia es una de las simientes que diseña la necesidad de armar y formar
parte de grupos (sean familiares, sociales, laborales) y la razón de por qué
ser excluido siempre resulta un proceso doloroso.
El dolor físico (producido por cualquier factor) y el dolor
anímico (que se sufre por ser ignorado o rechazado en un vínculo humano)
comparten las mismas vías neuronales. Pero hay una diferencia: se puede
recordar un hecho físico concreto que produjo dolor, pero el recuerdo no hace
revivir el dolor; cada vez que se evoca la situación de exclusión se recuerda
el hecho, el dolor revive y se siente como si estuviera ocurriendo en ese
momento.
Aquel que no logra olvidar o superar el rechazo sufrido
puede vivir una larga tortura.
La angustia que recibe el ser humano se traduce en angustia,
depresión, desvalorización, obsesiones, celos. Ser querido o aceptado es un
elemento clave para la autoestima personal, porque el rechazo y sus
consecuencias psicológicas tienden a permanecer de manera prolongada o
permanente en el tiempo. Es por esto que un niño rechazado por sus pares en un
colegio y a quien se lo cambia a otro suele arrastrar sus consecuencias y debe
ser tratado. Lo mismo sucede con los adultos porque la memoria es excelente
para los rechazos.
Ser rechazado suele afectar mucho si es una situación
sentimental, ya que la respuesta cerebral y hormonal determina reacciones
depresivas (tristeza, llanto, frustración, angustia, desinterés) o agresivas
(ira intensa, violencia, destrucción) con consecuencias de riesgo y de
enfermedades.
Una palabra, un gesto, una mirada y un golpe duelen. Afectan
de manera significativa a la persona, y mas si sucede durante la infancia. Se
suponen que los adultos y el colegio como institución deben cuidar a los
chicos, pero a veces no lo hacen. Lo peor es que te marcan de por vida.
Esta situación afecta a todos. La capacidad de recuperación
dependerá del tipo de personalidad, ya que quien tiene una autoestima más
sólida es extrovertido y logra un mayor apoyo de otros. También se recupera más
rápido y con menos secuelas negativas.