Estrés implica la carga máxima soportable. Para ello el
cuerpo humano dispone de recursos para responder a toda situación de exigencia,
de peligro o de presiones inevitables que impone la lucha cotidiana.
Ocho de cada diez argentinos padecen estrés. Algunos motivos
son: a amenaza constante de perder el empleo, la carga excesiva de trabajo, un
ritmo de trabajo elevado, realización de tareas monótonas, falta de autonomía y
falta de apoyo de los compañeros.
Las mujeres son las que más lo padecen, ya que cuatro de
cada diez dicen sentirse estresadas cotidianamente, frente a dos de cada diez
hombres. La mujer hoy es madre, esposa, amante, trabaja adentro de su casa,
afuera. Es más vulnerable a que esto le suceda. Por eso muchas tienen infartos,
arritmias, accidentes cerebrovasculares, angina de pecho, hipertensión
arterial.
Existen dos tipos de estrés: uno que es agudo, rápido y de
corta duración que es el que permite adaptarnos y superar los inconvenientes
diarios. El otro es crónico, continuo, prolongado, persistente y no da tregua.
Este ultimo es el que enferma ya que produce síntomas emocionales (angustia,
ansiedad, miedos persistentes, irritabilidad, falta de deseos, incapacidad para
encarar proyectos) o síntomas físicos (dolor de cuerpo y de cabeza, acidez de
estomago, molestias intestinales, nauseas, mareos, palpitaciones, cansancio,
trastorno del sueño, cambios menstruales).
El estrés agudo es una respuesta necesaria y saludable del
organismo; el estrés crónico es nocivo y produce diversos malestares o
enfermedades. Sus consecuencias se acumulan en el organismo.
El estrés primero le avisa al cuerpo que algo no está bien;
después le susurra y por último le grita.
El estrés prolongado puede ocasionar que el cerebro se
achique, se encoja o que envejezca de manera prematura.
El cuerpo humano tiene recursos para responder a situaciones
de exigencia externas de peligro o a las presiones que nos impone la vida
diaria en forma aguda. Estamos alertas y las glándulas adrenales con sus
hormonas nos preparan para enfrentar esta situación, sea un examen, un hecho
traumático puntual, un peligro o una situación emocionante. Este estrés llamado
agudo puede ser estimulante y placentero en muchas ocasiones y gracias a esta
adaptación de nuestras hormonas el individuo logra resolver y salir delante de
la situación conflictiva.
La vida diaria, las exigencias permanentes, el caos con el
que se vive, el transito, las discusiones, las dificultades personales y
laborales imponen a nuestras glándulas un funcionamiento permanente que provoca
un fuerte impacto en el metabolismo. A medio plazo, este estado de alerta
sostenido desgasta las reservas del organismo y puede producir diversas
patologías y malestares.
Entre las disfunciones que acarrea el estrés crónico se
encuentran: alteraciones en el sueño (pesadillas, insomnio o exceso de sueño);
la presión arterial, el azúcar y el colesterol están por encima de los niveles
normales; pérdida de la memoria; el colon se irrita y los dolores abdominales
son frecuentes; contracturas musculares; migraña; bajas defensas; cambios de
animo; irritabilidad; depresión; aleación en la alimentación y citaciones
adictivas.
Ideas para combatir el estrés: buscar hábitos saludables
(estar al aire libre, practicar algún deporte, comer sano), descansar, buscar
el soporte familiar y de amigos, organizar las tareas para evitar desbordes,
aprender a relajarse, realizar actividades recreativas (salidas, un hobbie,
etc.). Se trata de proponerse pequeños cambios que a veces parecen imposibles
pero que pueden ser nuestras metas a seguir para lo que queda del año. Si es
necesario, consultar al medico.