En Argentina uno de cada cinco jóvenes ni trabaja ni
estudia. Esta cifra de duplicó respecto a 2 décadas atrás. Nuestro país es una
de las naciones de América Latina donde se agravó el fenómeno.
El dato surge de un informe del Banco Mundial que afirma que
son 875.000 chicos de entre 15 y 24 años. El 19 % de esa edad se los
cataloga como “ni-ni”.
Suelen acompañarlos sentimientos de no saber en qué y en
quien creer o para qué esforzase. La adolescencia es una transición y, en esta transición, al perderse ciertas seguridades y
garantías, se está perdiendo también el sentido, el para qué hago lo que hago
si, en definitiva, nada permanece. La mayoría descreen del título de la
secundaria o de los beneficios de un trabajo. Habría que orientarlos a que
busquen la realización en concretar su esencia, que aprendan a hacer aquello
que más les gusta.
Esta problemática también se
debe a que los padres no prestan demasiada atención a sus hijos, estando así
inmersos en sus rutinas laborales; también hay una problemática que atraviesan
las instituciones educativas para relacionarse con los nuevos alumnos; y una
dificultad de sostener una rutina de sacrificio en pos de un futuro mejor.
Entonces la rutina escolar se vuelve poco atractiva.
Hay que tener en cuenta que
en el ámbito laboral éste es uno de los grupos etarios más vulnerable y frágil,
al que les cuesta bastante conseguir empleo debido a su escasa experiencia
laboral, calificación y nivel de instrucción. Estos jóvenes están en
riesgo de caer en la delincuencia para cubrir sus necesidades económicas.
Este es uno de los varios
problemas sociales que afectan al país: hay un 30 % aproximadamente de pobreza;
32% de informalidad laboral; altos niveles de desigualdad; aumento de la
violencia en los hogares; y drogadicción.
La contracara de los “ni-ni” son jóvenes que combinan el esfuerzo de terminar la escuela con su
primer empleo. Así ganan responsabilidad y autonomía. Uno de cada diez
chicos en Argentina estudia y trabaja.
Según los últimos datos de la Encuesta Permanente
de Hogares, el 10,9% de
las mujeres y el 10,3% de los varones de
14 a 24
años estudian y están activos en el mundo laboral. Algunos empiezan a
trabajar por necesidad, para ayudar a su familia, otros por
elección propia, para ganar autonomía o con el objetivo de aprender aquello que
el colegio no enseña.
Las obligaciones laborales de
los chicos no juegan en contra de su rendimiento académico. En este
desafío es fundamental el apoyo de los padres y docentes. El colegio
suele acomodar los horarios para que los chicos puedan estudiar.
El cansancio es la gran
prueba que tienen que superar quienes llevan esta “doble vida” de estudiantes y
trabajadores.
Es lamentable ver a la
juventud que no quiere capacitarse ni aprender. Deprime que no haya nada que les
guste, que estén en la vagancia, con la droga, robando, deambulando en las
calles, sin proyectos. Yo se en carne propia lo que es adquirir conocimientos y
que nada sirva, ya que hace años que no tengo estabilidad económica. También se
que hay que seguir Pero también me llena de orgullo ver a un grupo que estudian
y trabajar, y así ayudan a la familia. Este es el futuro, el país que quiero
ver y dejar. El trabajo dignifica.