Hubo un
tiempo sin problemas: mujeres y hombres bendecidos por la santa unión y
muchos hijos, y se hablaba de la “familia tipo” prácticamente como un deber
ser. Se contraía enlace para avanzar en la construcción de ese ideal. El hombre
proveía, la mujer dedicaba la vida a la crianza. Luego hubo conquistas y la
diferencia de géneros se equiparó: las mujeres ganaron autonomía, se lanzaron
al mundo del trabajo y ciertos tabúes quedaron al descubierto. Hubo una ley de
divorcio y llegaron los ensambles familiares.
En la ciudad de Buenos Aires las parejas sin papeles ya representan más
de la cuarta parte del total de las uniones entre hombres y mujeres. Las
generaciones mas jóvenes se separan mas y sus primeras parejas duran cada vez menos.
Se fueron gestando cambios a nivel social y cultural, la inserción de la
mujer en el campo laboral y profesional, la invención de la
píldora que abrió nuevos caminos para la experiencia de la sexualidad e influyó
decisivamente en el descenso de hijos por cada pareja, el surgimiento de una
conciencia centrada en las necesidades del individuo y no en los mandatos de
las instituciones.
La mujer es quien suele quedarse con los hijos, con lo cual
su vida diaria es mas complicada y, por lo tanto, también su posibilidad de
conocer a alguien; en el caso de una nueva relación, ella llega con sus hijos
lo que agrega cuestiones delicadas para cualquier relación de pareja
Hoy en día se ven parejas de todo tipo, solteras, con y sin
hijos. Se podrían dividir dos grupos:
* Las parejas que priorizan su desarrollo profesional y no
comparten el mandato tradicional de la familia tipo. Estos son los que no les
interesa tener hijos o los postergan. Hoy hay otras prioridades y las parejas
no sienten que haya que cumplir con eso de casarse y después tener hijos.
* Están los
que presentan un nuevo mapa familiar, en donde hay historias de parejas
heterosexuales y homoparentales que recurren a la maternidad subrogada que,
mediante la Ley
de Fertilización Asistida y un nuevo Código Penal (que en algunos casos las
protege) pueden pensar en la posibilidad de procrear. Es el modo en que
diferentes personas para ser padres recurren a la donación de óvulos, de
esperma o alquiler de vientres.
Actualmente,
la adopción incluye parejas heterosexuales, trans, a una mujer que no puede
tener hijos, niños con tres padres, parejas transgéneros, familias ensambladas
o madres solas.
Las demoras para lograr adoptar y las nuevas técnicas de
fertilización hacen desistir de esa vía para formar una familia. Se concretan
unas 60 adopciones por año.
Este tema trajo muchos prejuicios y discriminación. ¿Cómo la
adopción la van a realizar dos hombres? ¿Podrían ser las parejas gays una
alternativa de cuidado y afecto adecuada? ¿Están las sociedades preparadas para
estas nuevas familias?
La familia está
cambiando. Ser un buen padre o madre no tiene que ver con el sexo. Ser un hijo
adoptado por una familia que es parte de una minoría social discriminada podría
acarrearle al menor sentimientos de desvalorización.
Creciente inestabilidad
de los vínculos, disminución de hijos por cada pareja, resistencia generalizada
a formalizar las uniones, convivencia bajo el mismo techo de hijos de
diferentes relaciones y muchas veces de distintas generaciones.
Si bien es
un camino largo, lleno de miedo e incertidumbre, no hay que dejar de
intentarlo. Muchas veces no se logra en el primer intento.
El surgimiento de una nueva cultura afectiva, mayormente el
de los vínculos casuales. Aumento de uniones de baja intensidad e implicación
amorosa. Al estar la mujer muchas horas fuera de la casa, los chicos empiezan a
sociabilizarse más temprano (guarderías y jardín de infantes) y permanecen más
tiempo en la escuela. La familia comparte su rol de transmisora de valores con
esos otros espacios. Los chicos viven su sexualidad con mayor libertad y muy
frecuentemente en casa de sus padres. Las familias influyen cada vez menos en
la vida de los hijos; cuanto mas jóvenes, mas peso tiene en ellos la opinión de
los amigos.