sábado, 4 de febrero de 2017

LA NUEVA ADICCION



Las cartas y los llamados desde el teléfono de línea pasaron, o están en proceso de serlo, al pasado. Es mandar una carita o un pulgar hacia arriba. En el transporte público, en una salida con amigos, en una reunión familiar, en una sala de espera, por mencionar sólo algunas situaciones, el celular se convirtió en un objeto codiciado. O es un protagonista mas del momento que “se quiera compartir con otros”, porque suele ser mas importante el celular que el querer socializar cara a cara.
El fanatismo por el uso de Internet y la conexión a las redes sociales, con teléfonos móviles o computadoras, se está convirtiendo en un tema creciente de consultas en centros de tratamiento de adicciones en Argentina, donde aumenta la pasión por la tecnología. La explosión de las redes sociales como Facebook y Twitter y la promoción de las empresas de telefonía celular contribuyeron a crear esta necesidad.
Internet nació para unir computadoras, pero dentro de poco los teléfonos celulares se van a convertir en la principal vía de acceso a la red. Actualmente, es casi imposible pensar en términos de “entrar y salir”. Los responsables de esa conexión permanente son los teléfonos celulares, que son los que generan esa portabilidad a la red. Esto genera dependencia.
Según la Red Asistencial Buenos Aires, las tecnoadicciones representan entre el 20% y el 30% de las consultas telefónicas, aunque éstas no siempre derivan en un tratamiento.
El 60 % de las personas duermen con su teléfono cerca y el 54 % lo lleva al baño. La mayoría rescataría al teléfono de un incendio antes que a sus mascotas.
La pantalla del celular se mira unas ocho veces por hora. Muchas veces se mira la pantalla como si fuera un ritual; por mas que no llegue nada, está la costumbre.
Parece ser que solemos estar entre 30 minutos y 4 horas por día leyendo y escribiendo en los teléfonos, da un total de 1.400 horas al año. En los adolescentes suelen ser mas horas.
La dependencia de las drogas ilegales sigue estando en el tope de las adicciones, seguida por las drogas legales (medicamentos), el alcoholismo y la ludopatía, pero las consultas por la adicción a la tecnología o "tecnoadictos" aumentaron en el último año.
La necesidad de conectividad en los jóvenes y adolescentes tiene que ver con la socialización. No estar conectado es quedarte fuera de salidas y otras cosas. Los adultos en edad productiva son los que tienen una relación más conflictiva porque tienen el imperativo de estar conectados para producir. Para muchos, estar disponible las 24 horas puede ser angustiante. Y, en el adulto mayor, la conectividad es una manera de mantener vínculos afectivos con, por ejemplo, sus nietos.
En tiempos de interconectividad, quizás lo más difícil sea percibir cuándo el uso de Internet pasa a ser una cuestión patológica y no sólo una expresión de las nuevas conductas juveniles. Hay adicción cuando el uso afecta la vida escolar o laboral de la persona, cuando fracasa en el intento de parar, cuando se aísla, deja de comer, se queda despierto toda la noche para poder seguir conectado. Personas que si se olvidan el celular se vuelven agresivas, buscan wi-fi por todos lados, ahí se produce un estrés tecnológico.
De a poco está cambiando la forma de caminar, porque con la caminata ya no se mira hacia adelante sino al celular. El caminante tiende a reducir el paso y de acortar la longitud de los pasos. La posición en que utilizamos para mirar la pantalla tiene consecuencias para la postura, porque genera estrés en las cervicales (la inclinación del cuerpo genera una fuerza de 27 kilos sobre nuestra espalda). Puede haber tendinitis y se reducen las horas de sueño. Menos horas de sueño y descanso tienen consecuencias sobre la memoria y las capacidades de aprendizaje.
Es dañina si se convierte en una obsesión. Por ella se empobrecen los intercambios comunicacionales cara a cara. Cuando esto sucede, se crea una modalidad de comunicación que se torna paradójica en tanto que crea la ilusión de estar hipercomunicado cuando en realidad se está aislado. Si el celular falta, el individuo se angustia.
Repensar el tiempo que se le dedica a internet en horas no laborables. Cuando se tiene noción de ello, pensar el tiempo que se perdió den pasar con amigos, horas de sueño y de actividad física. Reasignar prioridades: en vez de tanto uso de la tecnología utilizar ese tiempo en otra cosa.
Hay que estar siempre atento al límite entre el uso de las tecnologías y su adicción. Es una falta de respeto prestarle mas atención a los que sucede en un artefacto tecnológico que a lo que el otro te dice. Molesta que cuando hablas no te miran a la cara. Todo esto genera contradicciones. Por un lado esta bueno estar conectados y comunicados. Pero por otro lado, ¿cuál es el límite? Si el celular es un instrumento al servicio de la persona, es útil. Si la persona es un instrumento al servicio del celular, es un problema. La clave está en encontrar el equilibrio.

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