Las cartas y los llamados desde el teléfono de línea
pasaron, o están en proceso de serlo, al pasado. Es mandar una carita o un
pulgar hacia arriba. En el transporte público, en una salida con amigos, en una
reunión familiar, en una sala de espera, por mencionar sólo algunas
situaciones, el celular se convirtió en un objeto codiciado. O es un
protagonista mas del momento que “se quiera compartir con otros”, porque suele
ser mas importante el celular que el querer socializar cara a cara.
El fanatismo por el uso de
Internet y la conexión a las redes sociales, con teléfonos móviles o
computadoras, se está convirtiendo en un tema creciente de consultas en centros
de tratamiento de adicciones en Argentina, donde aumenta la pasión por la tecnología.
La explosión de las redes sociales como Facebook y Twitter y la promoción de
las empresas de telefonía celular contribuyeron a crear esta necesidad.
Internet nació para unir
computadoras, pero dentro de poco los teléfonos celulares se van a convertir en
la principal vía de acceso a la red. Actualmente, es casi imposible pensar en
términos de “entrar y salir”. Los responsables de esa conexión permanente son
los teléfonos celulares, que son los que generan esa portabilidad a la red.
Esto genera dependencia.
Según la Red Asistencial
Buenos Aires, las tecnoadicciones representan entre el 20% y el 30% de las
consultas telefónicas, aunque éstas no siempre derivan en un tratamiento.
El 60 % de las personas
duermen con su teléfono cerca y el 54 % lo lleva al baño. La mayoría rescataría
al teléfono de un incendio antes que a sus mascotas.
La pantalla del celular se
mira unas ocho veces por hora. Muchas veces se mira la pantalla como si fuera
un ritual; por mas que no llegue nada, está la costumbre.
Parece ser que solemos estar
entre 30 minutos y 4 horas por día leyendo y escribiendo en los teléfonos, da
un total de 1.400 horas al año. En los adolescentes suelen ser mas horas.
La dependencia de las drogas
ilegales sigue estando en el tope de las adicciones, seguida por las drogas
legales (medicamentos), el alcoholismo y la ludopatía, pero las consultas por
la adicción a la tecnología o "tecnoadictos" aumentaron en el último
año.
La necesidad de conectividad
en los jóvenes y adolescentes tiene que ver con la socialización. No estar
conectado es quedarte fuera de salidas y otras cosas. Los adultos en edad
productiva son los que tienen una relación más conflictiva porque tienen el
imperativo de estar conectados para producir. Para muchos, estar disponible las
24 horas puede ser angustiante. Y, en el adulto mayor, la conectividad es una
manera de mantener vínculos afectivos con, por ejemplo, sus nietos.
En tiempos de
interconectividad, quizás lo más difícil sea percibir cuándo el uso de Internet
pasa a ser una cuestión patológica y no sólo una expresión de las nuevas
conductas juveniles. Hay adicción cuando el uso afecta la vida escolar o
laboral de la persona, cuando fracasa en el intento de parar, cuando se aísla,
deja de comer, se queda despierto toda la noche para poder seguir conectado.
Personas que si se olvidan el celular se vuelven agresivas, buscan wi-fi por
todos lados, ahí se produce un estrés tecnológico.
De a poco está cambiando la
forma de caminar, porque con la caminata ya no se mira hacia adelante sino al
celular. El caminante tiende a reducir el paso y de acortar la longitud de los
pasos. La posición en que utilizamos para mirar la pantalla tiene consecuencias
para la postura, porque genera estrés en las cervicales (la inclinación del
cuerpo genera una fuerza de 27 kilos sobre nuestra espalda). Puede haber
tendinitis y se reducen las horas de sueño. Menos horas de sueño y descanso
tienen consecuencias sobre la memoria y las capacidades de aprendizaje.
Es dañina si se convierte en
una obsesión. Por ella se empobrecen los intercambios comunicacionales cara a
cara. Cuando esto sucede, se crea una modalidad de comunicación que se torna
paradójica en tanto que crea la ilusión de estar hipercomunicado cuando en
realidad se está aislado. Si el celular falta, el individuo se angustia.
Repensar el tiempo que se le
dedica a internet en horas no laborables. Cuando se tiene noción de ello,
pensar el tiempo que se perdió den pasar con amigos, horas de sueño y de
actividad física. Reasignar prioridades: en vez de tanto uso de la tecnología
utilizar ese tiempo en otra cosa.
Hay que estar siempre atento
al límite entre el uso de las
tecnologías y su adicción. Es una falta de respeto prestarle mas atención a los
que sucede en un artefacto tecnológico que a lo que el otro te dice. Molesta
que cuando hablas no te miran a la cara. Todo esto genera contradicciones. Por
un lado esta bueno estar conectados y comunicados. Pero por otro lado, ¿cuál es
el límite? Si el celular es un instrumento al servicio de la persona, es
útil. Si la persona es un instrumento al servicio del celular, es un problema.
La clave está en encontrar el equilibrio.
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