Cada 57 minutos un incidente vial deja un muerto o un herido
en la Ciudad. No
se logra bajar la cifra de siniestralidad. Algunos causales de accidentes son
la distracción del teléfono celular, el exceso de velocidad, la falta de
respeto por la prioridad peatonal o de
paso, el alcohol y las drogas. Y 18 muertos cada 100.000 habitantes, según la ONG Luchemos por la
Vida. Los peores días son viernes y sábados
y vísperas de feriados.
La cantidad de siniestros no desciende porque faltan controles,
sanciones adecuadas y planificación para enfrentar el problema. Habría que
enfrentarlos desde la educación, el control, la concientización, la
infraestructura vial, la sanción y una legislación adecuada.
Según la
Defensoría, en 2015 el 44% de los muertos fueron
motociclistas, el 37,8% peatones, el 8,9% automovilistas y el 4,4% ciclistas.
El crecimiento del uso de la moto es una de las causas para que la
siniestralidad no baje. Muchos de ellos no usan cascos y hay mucha laxitud a la
hora de las licencias.
La
Argentina tiene 500.000 kilómetros
de ruta; 38.000 de rutas nacionales; 180.000, provinciales, y el resto,
comunales o municipales. Sólo 3200 kilómetros son de autopistas, y el 40%
está en la provincia de San Luis. Esto explica, en parte, otra de las
estadísticas trágicas de nuestro país: el 44% de los accidentes mortales son
por choques frontales en rutas.
Las peores estadísticas están en el interior del país. El
gobierno controla la ruta 2 y dice que intensifica los controles viales. En los
pueblos hay un muerto por día en moto, pero eso no se releva. Sólo el 25% de la
población que anda en moto usa casco.
En Argentina no hay una ley que exija la educación en
seguridad vial en los colegios primarios y secundarios. Grandes potencias del
mundo, como Alemania y Estados Unidos, garantizan la formación en esta materia
en las escuelas y son conscientes de la importancia que tiene educar en
seguridad vial desde la primera infancia.
El argentino considera el accidente de tránsito un hecho
fortuito. No tiene percepción del riesgo y por eso atribuye la posibilidad de
un siniestro al azar, la suerte o el destino. La gente tiene una cultura de ´A
mi no me va a pasar nada´ y si le pasó le echan la culpa al destino. Esta falta
cultural va a cambiar con un programa de educación vial de la sociedad. Esto va
a servir para las futuras generaciones. Al adulto hay que ponerle controles y
sanciones.
Algunas recomendaciones: el uso permanente y obligatorio en
motos y bicis; el uso permanente y generalizado de los cinturones de seguridad
y sistemas de retención infantil en los demás vehículos automotores; el
cumplimiento permanente y generalizado de los límites de velocidad; el
otorgamiento de la prioridad a los peatones; y el mejoramiento de la
infraestructura vial para la seguridad vial de todos los usuarios de la vía
pública, en especial, los más vulnerables: niños, peatones, ciclistas y
motociclistas.
Mejorar la infraestructura, controles eficaces, educación y
cambios de conducta resultan fundamentales si se quiere reducir el alto número
de víctimas en accidentes que tiene el país. La ausencia de transparencia de
los números que informa la
Agencia de Seguridad Vial es un punto neurálgico para
comprender la problemática y pensar en posibles políticas que permitan reducir
las estadísticas. Tenemos que concientizarnos y saber que todos tenemos
obligaciones y respetar al prójimo.