Centro del placer: las neuronas deliberan dopamina la cual
se extiende en red a otras regiones cerebrales, lo cual determina la sensación
final de placer. Éste circuito se activa por variados estímulos como la ingesta
de alimentos, el orgasmo, las compras, el juego o las recompensas económicas.
Involucran diferentes
regiones cerebrales que se encuentran comunicados mediante mensajeros químicos
llamados "neurotransmisores". La dopamina es un mensajero químico
involucrado en la motivación, el placer, la memoria y el movimiento, entre
otras funciones; se reitera la búsqueda de esos estímulos. Ocurre lo
mismo con ciertas conductas como el ejercicio físico voluntario, la aprobación
social, el rezo, la meditación o la generosidad.
Éste circuito de recompensa es muy complejo, ya que se
vincula con las regiones que participan en la toma de decisiones, la memoria,
la planificación y la emoción. Esta interconexión permite agregarle al placer
emociones, asociaciones, recuerdos, olores, sonidos y significado social. Es lo
que da al ser humano tanta potencia.
Del placer se puede pasar a la adicción en aquellas personas
vulnerables que no toleran bien la ansiedad y la tensión; buscan alegría
artificial, desinhibición o incrementar su rendimiento físico o mental.
Generalmente, buscar el placer es una decisión inicial
natural, inherente y voluntaria a la condición humana. Sin embargo, el consumo
de lo placentero puede comprometerse por la falta de control, que es el sello
característico de toda adicción. Lamentablemente, hay varias adicciones: la
comida, las drogas, el cigarrillo, el alcohol, el trabajo, entre otros.
Las adicciones es una de las enfermedades mas lenta,
progresiva y mortal que afecta al cerebro; se
manifiesta en el anhelo por el objeto del que se es adicto, la pérdida de
control sobre su uso y la necesidad imperiosa de continuar así a pesar de las
consecuencias adversas que eso conlleva. Trae efectos en el enfermo y su
entorno deteriorando su aspecto físico, espiritual y mental. Si la enfermedad
progresa, su final puede ser la cárcel, el hospital o la muerte.
El que lo padece descuida su aspecto físico, su vida, su
trabajo y su entorno. La persona que es adicta
no quiere serlo. Su adicción ya le costó su trabajo, su pareja, su bienestar.
Pero no puede resistir la tentación.
Un adicto luego de un
tratamiento puede vivir en recuperación y hacerse responsable de si mismo,
abstinente de todo tipo de sustancias que alteren su mente y sostenerlo en el
tiempo. Cambia su entorno de consumo y como resultado, su bienestar y el de su
grupo familiar. Recupera valores perdidos y sus conductas son pensadas y no
impulsivas y compulsivas.
La adicción se aprende y se almacena como memoria en
el cerebro por lo que la recuperación es un proceso lento. Incluso después de
que una persona renuncia, por ejemplo, al consumo de drogas, durante semanas,
meses, e incluso, años, la exposición al sitio de la droga, caminar por una
calle donde la compraron o tropezar con personas que siguen consumiendo les
trae un tremendo impulso a querer consumir de nuevo.
Una cosa es el placer y
otra la adicción. Por ejemplo, comer algo que te gusta de vez en cuando es
placer y hacerlo todos los días todo el día ya es una adicción y puede traer
aparejados varios problemas. Por eso hay que estar atentos y mas el entorno, ya
que quien lo padece no suele darse cuenta de que tienen una adicción.
Cada uno de estos afecta de diferentes maneras y requiere de control
médico. Es una enfermedad que no tiene cura. Se la debe tratar como otras
enfermedades crónicas
No hay comentarios:
Publicar un comentario