Cualquier
persona puede sentirse insegura, en especial en situaciones que no sabe bien
como manejarlas o qué hacer.
No
obstante, hay quienes que de forma casi permanente sienten inseguridad. Esto se
manifiesta de manera constante, persistente y es parte de su personalidad.
Prefieren lo malo conocido a lo bueno por conocer y suelen aferrarse a esto
para evitar la inquietud ante toda situación novedosa.
Son
personas que requieren elogios y atención que les gusta rodearse de
bienes materiales para sentirse protegidos, buscan la aprobación de los demás,
no aceptan la crítica ya que lo consideran que están en contra de ellos, no
soportan la derrota, no tiene confianza en su valía y capacidades, carece de
confianza en sí mismos u otros, disimulan lo que sienten, prefieren recibir
órdenes de otros.
También es
frecuente la dificultad para tomar decisiones por dudar de sus propias
capacidades, sufren mucho y casi siempre en silencio. Postergan decisiones,
temen a las consecuencias de su resolución, no suelen arriesgarse, necesitan
ser aprobados por las personas que los rodean y tienden a establecer relaciones
de dependencia. Se desenvuelven mejor en ámbitos en donde predominan mas los
aportes de ideas que la toma de decisiones o las expresiones emocionales.
Suelen tener temor al interactuar con otras personas.
Esconden lo
que considera un defecto, o sea, su propia inseguridad. La inseguridad suele
evidenciarse ante las relaciones sociales, laborales y de pareja. Puede tener orígenes
psicológicos y/o físicos. Puede promover estados de timidez, paranoia y
aislamiento social.
Los niños
criados en un ambiente de excesiva sobreprotección suelen desarrollar
sentimientos de inseguridad y dependencia, con poca confianza en sus propias
habilidades, dudan de su propio criterio para elegir y tardan mas en aprender a
tomar decisiones por sí mismos. Algo similar les ocurre a los niños criados con
muchas críticas y reproches, ya que tienen un temor exagerado a equivocarse por
los altos niveles imperantes de exigencia y perfeccionismo. También los niños
abandonados emocionalmente suelen crecer con la vivencia de que valen poco, que
no son escuchados o tenidos en cuenta por lo cual la autoestima suele ser muy
baja.
Los que se sienten seguros tienen fe, creen en ellos mismos,
aprovechan esta oportunidad que tienen de vivir y se arriesgan, porque intuyen
que vivir tiene un significado y que todo lo que hacen puede tener una
consecuencia que los trascienda.
Hacer lo que de
verdad quieres hacer es clave para no paralizarte. Un consejo es rodearse de
personas positivas y que no te cuestionen.
La inseguridad puede ser superada. Se necesita tiempo,
paciencia y una comprensión gradual de que el valor propio es puramente una
cuestión de perspectiva. Hay muchas formas de afrontarla, por ejemplo, con
ejercicios de meditación, valorarte a ti mismo y cambiar los pensamientos
negativos por positivos.
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