lunes, 1 de agosto de 2011

ATAQUES DE PANICO


Se produce cuando la parte del cerebro que registra el peligro se activa en forma automática y sin causa real. Puede empezar con falta de aire y sudor, o con taquicardia y desmayos pero, en cualquier caso, nunca falta el miedo. Se presenta inesperadamente y sin causa aparente. Afecta al 5% de los adultos de entre 18 y 40 años. La frecuencia de tenerlos varía en cada ser humano. Es tratable con drogas y terapia. Según el área de Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta afección esta creciendo en todo el mundo: se estima que una de cada 20 personas sufrirá en algún momento de su vida un trastorno de pánico. Pero en muchos casos la frecuencia se vuelve patológica y los ataques reaparecen desde tres o cuatro veces al año hasta tres o cuatro veces al día. Este resulta ser un trastorno invalidante: la persona tiene miedo durante el ataque y después teme volver a padecerlo.
Por sí solo, el ataque de pánico no constituye una enfermedad; es una crisis aguda de ansiedad o miedo extremos. En cambio, el trastorno de pánico se define por ataques de pánico recurrentes acompañados de un fuerte temor a que estos episodios se repitan.
Los ataques de pánico involucran muchos síntomas físicos, por lo que la persona primero suele consultar a cardiólogos y neurólogos por los dolores en el pecho y los mareos. Las mujeres son mas propensas a sufrir ataques de pánico porque siempre han sido blanco de los trastornos de ansiedad en general, culturalmente expresan mas sus miedos y consultan mas al medico. Las estadísticas indican que la proporción es de 2.5 mujeres por cada hombre. Puede ocurrir una vez y no repetirse jamás o convertirse en una pesadilla que se repite en los momentos menos esperados.
El pánico se define como ansiedad aguda y extrema que se acompaña de síntomas fisiológicos.
El ataque no suele durar mas de 10 minutos y los síntomas pueden ser: dificultad respiratoria o sensación de estar ahogándose; vértigo, inestabilidad o sensación de desmayo; sudor, nauseas, dolor de estomago; sensación de adormecimiento; escalofríos; dolor o incomodidad en el pecho; miedo a morir, a enloquecer o a perder el control; inseguridad, dependencia emocional y una reacción exagerada ante situaciones de separación de los seres queridos.
Además de los síntomas físicos, aproximadamente el 50% de los pacientes con trastorno de pánico sufre también de agorafobia, una entidad que se define vulgarmente como el miedo a permanecer en lugares abiertos.
Convengamos que el miedo, desde el nacimiento, acompaña a todo ser humano y tendrá una marcada importancia en las conductas, las emociones y las características de la personalidad. Este miedo es un fenómeno normal de alerta, útil ante una vivencia de peligro.
El sistema límbico es una parte del cerebro encargado de registrar, producir y organizar las diversas estrategias ante una situación de peligro. Quienes padecen ataques de pánico este sistema funciona mal y se activa de manera imprevista. En estos casos, el miedo limita el bienestar, la autonomía y la calidad de vida.
Aunque estos ataques son incómodos y parecen poner a la persona al borde de un abismo, no son peligrosos. Hay que tener en cuenta que el pánico es crónico. Una vez que se desató, no vuelve atrás. Aunque la persona se recupere, el organismo queda marcado.
Se debe consultar a un psicólogo, ya que los síntomas físicos son causados por un padecimiento psíquico. No son los químicos los que van a solucionar el padecimiento subjetivo. Si el profesional evalúa la necesaria administración de fármacos, se realizará una inter consulta médica. En cualquier tratamiento psicológico donde el paciente tome medicamentos, éstos deben estar suministrados y controlados por un médico.
Aunque hoy en día el ataque de pánico es tratable y curable, todavía faltan mas conocimientos para poder llegar a prevenir lo que alguna vez se inicio como trastorno.

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