viernes, 3 de junio de 2011

INFIDELIDAD FEMENINA

Hay mujeres que salieron a marcar terreno que era exclusivo de los hombres. No suelen contar tanto detalle. Algunas son discretas, pocas sienten culpa. Lo que si, todas lo disfrutan y lo viven como una oportunidad.
La infidelidad femenina empieza a naturalizarse en una sociedad marcadamente machista. Para los especialistas en el tema, es hacerse cargo del deseo y probar: tres de cada diez mujeres confesaron haber sido infieles en algún momento.
Ya no buscan en el otro la contención que sus novios o maridos dejaron de darles. Lo que las motiva  es el atractivo físico del “tercero en discordia”. Prioriza como lugar de encuentro el hotel, y en segundo lugar en la casa de el. Aunque los lugares son variados: en un lugar público, en el auto, en el trabajo, entre otros. Y las mujeres no dejan huellas, ya que es muy difícil descubrir la infidelidad femenina, por que ellas saben mentir muy bien y porque el hombre, con la idea de que es lo mejor para su mujer y que no hay nadie como él, rechaza la idea de que le están poniendo el cuerno.
Según una encuesta, el 68 % no fue infiel y el 32 % lo fue en algún momento; también hay un 47 % de mujeres que si se les presenta otra vez la oportunidad de estar con otro hombre, lo harían.
La infidelidad, desde el punto de vista psicológico, indica un debilitamiento de los lazos emocionales que unen a una pareja. La novedad es que la culpa ahora esta ausente.
La infiel no deja de amar a su pareja, simplemente va a buscar lo que falta. Influyen mucho la infancia (la manera en como se la vivió determina las formas de conducta), el vacío que uno siente, la búsqueda de nuevas experiencias, la monotonía, la vida sexual deficiente, entre otras.
A pesas que este nuevo escenario plantea libertades, la mujer sigue siendo fácil de estigmatizar: al hombre mujeriego se lo admira, pero la mujer que lo hace es un giro. La infidelidad aparece como una de las principales causas de separación, sin embargo, no es la verdadera sino que es una consecuencia de la falta de comunicación entre los cónyuges. 
Suele creerse que el amor impide que el adulterio ocurra. Sin embargo, en relaciones donde hay mucho amor también puede presentarse. El amor disminuye las probabilidades, pero no garantiza la total fidelidad. Perdonar el engaño es muy difícil para un hombre porque toca una fibra muy inherente a su personalidad: la masculinidad.
Se espera fidelidad. El contrato es monogámico y la infidelidad es pecaminosa. Y la condena social es mayor en la mujer. Cuando es traicionado, el varón se siente más herido narcisísticamente que una mujer, pero lo padece por el consenso social de lo que debe ser un hombre".
A las mujeres les cuesta mucho más dar el paso de acostarse con alguien, mientras que los hombres funcionan más bien a la inversa. Una mujer casi siempre tiene en cuenta el daño a su pareja y su medio social, sobre todo “el qué dirán”, frente a la posibilidad de tener una ventura y, antes de tenerla, sopesa fríamente los “pros” y los “contras”.
El diálogo es el arma fundamental para combatir la infidelidad y restaurar la relación.

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