jueves, 1 de diciembre de 2011

LA DEPRESION

La depresión es un trastorno afectivo que se puede presentar con una sintomatología muy leve o muy severa. La depresión puede afectar a todo el mundo, a ambos sexos, a gente de todas las edades y de cualquier nivel socioeconómico.
El sujeto posee un sentimiento profundo de tristeza, desánimo, sensación de vacío y  una apatía que le impide disfrutar de lo que antes le producía satisfacción. Puede intentarse un escape a este vacío a través de compras compulsivas, el aislamiento y el propio abandono.
Alrededor de 121 millones de personas padecen trastornos depresivos graves en el mundo y se estima que en el 2020 será la principal causa de incapacidad laboral.
Algunos síntomas: un estado inadecuado de tristeza o ansiedad, fallas en la concentración, cambios de humor, trastornos del sueño, pérdida o aumento significativo de peso, sentimientos de tristeza, desgano y disminución de la autoestima, disminución en la energía y una notable disminución en la capacidad de disfrutar y reaccionar emocionalmente. Suele estar acompañado por sentimientos derrotistas, baja autoestima y posibles comportamientos autodestructivos.
Muchos factores pueden causar depresión en una persona, tales como la virosis, medicamentos, alteraciones hormonales, estrés, pérdida de un familiar, desajustes bioquímicos y otros.
La persona deprimida, lo explicite o no, suele quejarse constantemente de su suerte, quejarse en una espera pasiva de que sea reconocido y aprobado por alguien; también tiene dificultades para manejar los desacuerdo y las diferencias y se vuelve agresivo, agresividad que suele dirigir hacia su persona reflejada en su estado depresivo.
Los pacientes depresivos que habitualmente presentan malestares en su calidad de vida, en muchas oportunidades pueden sentirse marginados.
Resulta fundamental detectar y precisar las causas de la depresión y no limitarse solo a indicar rápidamente antidepresivos. La eficacia del tratamiento con antidepresivos esta demostrada, pero un apuro en su prescripción o la tendencia a cambiarlos pueden alterar los beneficios que se persiguen. La medicación debe estar al servicio de facilitar el proceso terapéutico, de permitir que la persona pueda sostener determinado “estado de bienestar mínimo” que le permita poder realizar sus actividades y de permitir la elaboración psíquica de su problemática.
A pesar de que los medicamentos y el tratamiento psicológico ayudan a la mayoría de los pacientes, hay un número de depresiones severas que no responden a ningún tratamiento. Son las que presentan mayor riesgo de convertirse en crónicas.
Se espera del proceso terapéutico que el consultante pueda observar sus modos vinculares problemáticos y diferenciarse de ellos; que pueda salir de esa “espera pasiva” y de esta manera se pueda conectar con su deseo, sus gustos, habilidades. En la reafirmación de su derecho a existir por si mismo, en la reafirmación de su derecho “a no estar deprimido”, pueda tolerar los desacuerdos sin inconvenientes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario